Espíritu sin nombre

 


Espíritu sin nombre

indefinible esencia,

yo vivo con la vida

sin formas de la idea.


Yo nado en el vacío,

del sol tiemblo en la hoguera,

palpito entre las sombras

y floto con las nieblas.


Yo soy el fleco de oro

de la lejana estrella;

yo soy de la alta luna

la luz tibia y serena.


Yo soy la ardiente nube

que en el ocaso ondea;

yo soy del astro errante

la luminosa estela.


Yo soy nieve en las cumbres,

soy fuego en las arenas,

azul onda en los mares,

y espuma en las riberas.


En el laúd soy nota,

perfume en la violeta,

fugaz llama en las tumbas

y en las ruinas yedra.


Yo atrueno en el torrente

y silbo en la centella,

y ciego en el relámpago

y rujo en la tormenta.


Yo río en los alcores,

y silbo en la alta yerba

suspiro en la onda pura

y lloro en la hoja seca.


Yo ondulo con los átomos

del humo que se eleva

y al cielo lento sube

en espiral inmensa.



Yo en los dorados hilos

que los insectos cuelgan,

me mezco entre los árboles

en la ardorosa siesta.


Yo corro tras las ninfas

que en la corriente fresca

del cristalino arroyo

desnudas juguetean.


Yo, en bosques de corales

que alfombra blancas perlas,

persigo en el Océano

las náyades ligeras.


Yo en las cavernas cóncavas

do el sol nunca penetra,

mezclándome a los gnomos,

contemplo sus riquezas.


Yo busco de los siglos

las ya borradas huellas,

y sé de esos imperios

de que ni el nombre queda.


Yo sigo en raudo vértigo

los mundos que voltean,

y mi pupila abarca

la Creación entera.


Yo sé de esas regiones

a do un rumor no llega,

y donde informes astros

de vida un soplo esperan.


Yo soy sobre el abismo

el puente que atraviesa;

yo soy la ignota escala

que el cielo une a la tierra.


Yo soy el invisible

anillo que sujeta

el mundo de la forma

al mundo de la idea.


Yo, en fin soy ese espíritu,

desconocida esencia,

perfume misterioso

de que es vaso el poeta.